La Defensoría de la Infancia y Adolescencia de Andalucía

La Defensoría de la Infancia y Adolescencia de Andalucía es una institución creada por el Parlamento de Andalucía y tiene como misión la defensa y promoción de los derechos y libertades de las personas menores de edad. Sus actuaciones son totalmente gratuitas y no requieren de ningún formalismo especial.

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La violencia de género de los menores expuestos es una tipología de maltrato infantil

6.1. Incidencia de la violencia de género en las personas menores expuestas

A lo largo de este Informe hemos dejado constancia que, desde nuestro punto de vista, la violencia de género es una forma de maltrato hacia las personas menores de edad, bien porque éstas hayan sufrido directamente las agresiones de la misma manera que sus madres, o bien porque aun cuando no hayan sido objeto de los ataques, son testigos de un comportamiento violento en el seno familiar que les obliga a vivir en un ambiente de miedo y supeditación a la figura masculina sobre la femenina. Pero es más, la exposición a esta lacra social en muchas ocasiones, demasiadas, no concluye cuando se rompe la convivencia con el maltratador por cuanto éste puede continuar con sus abusos y manipulaciones durante el desarrollo del régimen de visitas con el principal propósito de controlar o dañar a la madre.

Además estos menores deben convivir con una madre que está siendo objeto de maltrato y que como consecuencia de ello, no siempre puede atender adecuadamente sus necesidades. Las madres víctimas llegan a desempeñar su rol en función de las secuelas que padecen, las cuales están en función de diversos factores tales como su personalidad, intensidad del maltrato padecido, o los apoyos recibidos, entre otros. Y así, la actitud con los hijos e hijas puede ser de apego y calidad, conscientes de que han de suplir las carencias del modelo paterno, o por el contrario, pueden presentar síntomas que las incapacita para atender las necesidades básicas de unos niños y niñas que, por la situación familiar de conflicto, se ven precisados de mayores atenciones.

La doctrina científica, sin embargo, plantea tesis diferentes en torno a si estas situaciones que viven menores, en especial lo que hemos venido a denominar víctimas indirectas, han de ser consideradas como maltrato. Una parte de la misma entienden que estos niños y niñas están expuestos a un factor de riesgo con una amplia posibilidad de que sean objeto de maltrato, pero no lo son “per se” por el hecho de presenciar la violencia. En cambio, otro sector más amplio considera que una gran parte de los problemas que se generan en el desarrollo de estos niños y niñas tiene su origen en las situaciones de tensión, negligencia o abandono al que se ven sometidos por parte de sus progenitores, incapaces de satisfacer sus necesidades básicas en el clima familiar violento, a pesar de que no hayan sido víctimas directas del maltrato activo similar o igual al que reciben sus madres.1

Sobre esta cuestión nuestra Defensoría ha de sumarse a quienes abogan por considerar que la exposición de menores a la violencia de género es una tipología de maltrato infantil. Muchos pueden ser los argumentos legales para fundamentar esta tesis, desde los textos internacionales como la Convención de los Derechos del Niño hasta la normativa nacional con la Ley de Protección Jurídica del Menor. De todos ellos se puede inferir que este tipo de maltrato estaría englobado en aquel que la legislación viene a denominar maltrato psicológico.

Pero al margen de las cuestiones estrictamente de legalidad nos interesa señalar que los efectos adversos que la exposición de la violencia de género causa a menores testigos de la misma en el ámbito familiar son muy similares a los efectos que se producen en menores víctimas directas del maltrato por su progenitor. De hecho, los patrones de las alteraciones en estos niños y niñas pueden ser superpuestos a patrones observados en las víctimas directas de los abusos.

Por tanto, tan víctima es el o la menor que experimenta el mismo tipo de violencia que la madre (insultos, amenazas, manipulaciones, chantaje emocional, palizas, etc) como aquel que presencia la agresión o insultos hacia su progenitora, oye las disputas y está condenado a vivir en un ambiente familiar de conflictividad y terror, o posteriormente tras la ruptura de la convivencia es utilizado por el maltratador a modo de punta de lanza para causar el mayor daño posible a la mujer.

Así las cosas, hemos de tener en cuenta que la exposición de menores a la violencia de género puede presentar formas muy diversas, y no es infrecuente que un mismo niño o niña pueda estar sometido o sometida a diversas de ellas a lo largo de su vida. El impacto de la violencia no sólo es inmediato sino que se prolonga en etapas posteriores y pueden llegar a persistir en la etapa adulta.

Los expertos de las Naciones Unidas han manifestado que la violencia que la persona experimenta en el contexto del hogar y de la familia puede tener consecuencias para la salud y desarrollo que duran toda la vida. Pueden perder la confianza en otros seres humanos que es esencial para el desarrollo normal. Aprender a confiar desde la infancia a través de los lazos familiares es una parte esencial de la niñez; y está estrechamente relacionado con la capacidad de amor y empatía y con el desarrollo de relaciones futuras. A un nivel más amplio puede atrofiar el potencial de desarrollo personal y representar altos costos para la sociedad en su conjunto.2

Es así que las tesis más inclusivas del concepto de violencia de género apuntan a que la exposición a este tipo de violencia se puede presentar desde el momento antes del nacimiento cuando la mujer embarazada ya es objeto de malos tratos por su pareja. En este contexto, las formas de exposición podrían quedar agrupadas en las siguientes3:

1.-Perinatal: Se trata de la violencia que ejerce el hombre hacia la mujer embarazada.

2.-Intervención: Es la violencia que sufre el niño o la niña al intentar proteger a su madre.

3.-Victimización: El niño o la niña se convierte en objeto de violencia psicológica o física en el transcurso de una agresión a la madre.

4.-Participación: El niño o niña colabora en la desvalorización hacia la madre.

5.-Testificación presencial: El niño o la niña son testigos directos de la agresión del padre hacia la madre.

6.-Escucha: Se percibe la agresión desde otra lugar pero siendo conscientes de ella.

7.-Observación de las consecuencias inmediatas a la agresión: El menor ve como ha sido herida su madre, como ha quedado el lugar donde ha sido agredida o ve llegar a la Policía o la ambulancia.

8.-Experimentación de las secuelas: Al vivir los síntomas de su madre, la separación de sus padres o el cambio de residencia, por ejemplo.

9.-Escucha de lo sucedido: El menor presencia las conversaciones entre adultos.

10.-Desconocimiento de los acontecimientos: Al haber sucedido lejos de los niños o las niñas.

Por lo que se refiere a los efectos de la violencia de género sobre los hijos de las mujeres víctimas, es obvio que aquellos dependerán de su gravedad e intensidad para la persona que lo vive. En este sentido, la incidencia de estas situaciones sobre la víctima están en función de factores que atañen a las características personales de la víctima tales como su edad, desarrollo, vulnerabilidad o la existencia de discapacidad. Pero también estará en función de las circunstancias en las que se ha producido el maltrato y, como no, si el menor ha recibido o no apoyo familiar o profesional.

De este modo, los factores que definen dicha variabilidad pueden quedar englobados en tres grupos4:

a) Característicaspersonales: Edad, género, nivel dedesarrolloocaracterísticas de personalidad (inteligencia, locus de control, nivel de autoestima, etc).

b) Características del maltratro presenciado: Tipología, frecuencia, severidad, tiempo y modos de exposición, etc.

c) Presencia o ausencia de factores de protección: Existencia de al menos una relación de apego segura y calidad con una figura significativa para el niño o niña.

Ello significa que las consecuencias y secuelas no aparecen en todo menor expuesto a este tipo de violencia, pudiendo surgir síntomas independientes o asociados unos a otros. Pero aún en el caso de que, por circunstancias anteriormente descritas, las personas menores de edad no sufran secuelas o no manifiesten desajustes psicológicos, los expertos señalan la necesidad de integrar el concepto de igualdad de género en su modelo de relación, de forma que le permita desmontar los patrones de poder adquiridos de sus padres y los de sumisión de sus madres.5

A pesar de la variedad de situaciones que podemos encontrar y de la diferencia de la gravedad de las agresiones, los expertos han concretado las repercusiones en el desarrollo del menor expuesto a violencia de género6. 



Uno de los trastornos más comunes en los menores expuestos a violencia de género es, como hemos señalado, el Trastorno de estrés postraumático.

Este tipo de Trastorno, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales DSM-IV (22), aparece cuando la víctima ha sido testigo o ha sufrido una amenaza para la vida, de uno mismo o de otra persona, y reacciona con miedo, horror e indefensión.

Los tres aspectos nucleares de este cuadro clínico son los siguientes:

A) Criterio de reexperimentación: La víctima revive la experiencia en forma de pesadilla, imágenes y recuerdos frecuentes e involuntarios.

B) Criterio de evitación: La víctima intenta evitar o huir de los lugares y situaciones relacionadas con el hecho traumático.

C) Criterio de activación: La víctima muestra una respuesta de sobresalto exagerada que se manifiesta en dificultades de concentración, insomnio e irritabilidad.

Ahora bien, no todos los niños y niñas expuestos a violencia de género presentan o demuestran sintomatología. Esta particularidad viene a denominarse resiliencia, siendo definida como la capacidad para resistir, restituirse, recuperarse, y acceder a una vida significativa y productiva. Esta actitud parece deberse a la combinación de una serie de factores tanto intrínsecos (autoestima consistente, iniciativa, humor, creatividad, capacidad para relacionarse) como a factores extrínsecos (tener al menos una relación de apego segura, éxito escolar, etc) que interactúan con las diversas fuentes de riesgo, reduciendo la probabilidad de consecuencias negativas.

Orden: 
1
Materia: 
Año del informe anual: 
Lunes, 17 Febrero, 2014
Área: 

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